Era un deseo de juventud.
Era un destino de pocas alturas, pero muy preciado.
Pocos metros de ascensión, pero muchos de belleza.
La Kartxela con sus 1982m de altitud.
Muchas horas de coche para una actividad de un día.
La zona, sus paisajes, sus pueblos y costumbres requieren de más tiempo de estancia. Conocer sus caminos y veredas, la fragancia de sus bosques, respirar el aire que los buitres planean y escuchar el sonido de unas pisadas sobre un manto de hojas caídas, no se puede pasar a ritmo de un frenético siglo XXI.
Comenzábamos a recorrer kilómetros llenos de niebla y oscuridad, que ha medida que el sol iba amaneciendo, nos sorprendía con unas preciosas vistas.
Un tiempo fabuloso que al final nos dejo el día de hoy, fresca su mañana y algo ventosa por los collados, hacía que las primeras rampas nos hicieran resoplar.
Hay teníamos al fondo una de las cumbres del día que haríamos más tarde, El Bimbalet, también acariciada por el viento como el árbol que la observa a lo lejos.
Pero tras comer un poco y valorar la situación del terreno, nos tuvimos que poner los crampones y hacer la última parte de la ascensión con ellos.
Nieve helada y una fuerte rampa no dejaba hueco para ningún despiste tanto a la subida como más tarde en el descenso.
Pero por fín llegamos a la cima.
Fotos, risas y un repaso al horizonte.
Un horizonte lleno de ilusiones, miles de cumbres por descubrir,
miles de caminos por recorrer, miles de días por disfrutar.
Unas vistas que nunca olvidaremos, y que con días como hoy de buenos hacen que puedas disfrutar y pasar un buen rato en compañía de los buitres, que nos sobrevolaban a escasos metros de distancia.
Ahora teníamos que bajar e irnos a por el Bimbalet, para más tarde comer y de vuelta para casa.
R.G.